Vivencias de Greta.
Elegí un buen día para ir a la cafetería Paraíso a tomar café. Sentada en la minúscula mesa, al borde del paseo del acantilado ubicado en la parte alta de la ciudad. Me distraía observando el ir y venir de la gente moviéndose de un lado para otro, haciendo sus cosas, mientras me fumaba un aromático café creme holandés Encontrándome ensimismada en mis pensamientos, no noté la presencia del camarero que traía la tarta de manzana y el café largo que había pedido un momento antes. Reclamó mi atención amablemente y puso encima de la mesa lo que le había pedido. Amablemente le agradecí el servicio y me puse a remover el azúcar de la taza de café. Distraídamente removía parsimoniosamente el café con la pequeña cucharilla, mientras que al mismo tiempo, por encima de las gafas de sol, miraba de una manera indefinida hacia la escalinata que tenía enfrente. Me llamó poderosamente la atención alguien que bajaba la escalera. Lo contemplé extasiada disfrutándolo y siguiendo hasta e