SÁBADOS DE MERCEDES- "Viaje a la otra isla".
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"El viaje a la otra isla"
Últimamente le costaba irse a la cama, algo le estaba sucediendo en sueños y no podía dormir bien. Tenía una tremenda aprensión y se sentía un poco intimidado por una situación con mensaje subliminal, que se repetía machaconamente mientras dormía y, que aún no había conseguido averiguar que significado tenía.
Veía un mapa que era de una cartografía usada por el ejército muchos años atrás y, que representaba el Archipiélago Canario de una forma algo más antigua. Una característica peculiar que reseñaba el mapa, era un trazo discontinuo que unía la isla de Tenerife con la de Lanzarote; la más septentrional del archipiélago.
El contenido del mensaje que veía era el siguiente:"Que de la isla del gran volcán debe partir - el elegido - hacia la isla más septentrional. Cuando llegue debe buscar la playa más blanca y a la luz de su faro se podrá leer y entender el por qué de la llamada". Así era el contenido del mensaje que veía continuamente en sus sueños.
Había estado en varias ocasiones en Lanzarote y conocía Playa Blanca y también el Faro Pechiguera, que eran los sitios eludidos en el mensaje de su sueño, pero las veces que había estado allí; no había experimentado, notado, ni sentido, nada extraño.
Según le habían comentado en el seno familiar, un tío-abuelo suyo había estado al comienzo de La Guerra Civil en un acuartelamiento de Playa Blanca. Que en la última carta que habían recibido de él, les decía que había conocido a una chica de allí y que se iban a casar, pero nunca más volvieron a tener noticias suyas.
Sentado en la orilla de la playa, Germán miraba al horizonte con tristeza y nostalgia de los suyos. Le costaba entender su desplazamiento forzoso a otra isla, el motivo según las escuetas explicaciones que le habían dado; era que el país estaba en guerra y necesitaba de todos los hombres. El era un pacifista que no entendía de políticas ni guerras, sólo de trabajar la tierra que le daba de comer y el cuidado de su familia.
Como una niña pequeña, Magdalena, con su negro pelo revuelto, la falda remangada y descalza, corría como una loca por la orilla de la playa. Su risa de niña traviesa sacó de su ensimismamiento a Germán, que la miró embelesado; era precioso lo que estaba contemplando. Al cruzar sus miradas, el brillo de sus ojos desprendía en ambos una intensidad arrolladora, que los envolvió para siempre a los dos.
No les dio tiempo a casarse como habían decidido, los acontecimientos se precipitaron negativamente sobre la pareja. Germán tuvo que embarcar deprisa y corriendo en un buque militar rumbo a Cádiz, no sin antes prometerle bajo la luz del Faro Pechiguera que a la vuelta se casarían y que la amaría de por vida, aún después de la muerte.
Le dijeron que una persona que venía de Tenerife la buscaba para entregarle algo que le pertenecía, una carta perdida y escrita muchos años atrás. A la luz del faro, en el lugar preferido de los dos, sacó la carta del bolsillo, con ternura, acariciándola y muy despacio la leyó. Dos lágrimas resbalaron por sus mejillas.
Habían pasado muchos años, ya no recordaba cuántos, pero ella siguió caminando por la orilla de la playa, con el pelo blanco revuelto, la falda remangada y descalza, con la mirada puesta en el punto donde había visto por primera vez a Germán.
* Si te apetece seguir leyendo más relatos, puedes hacerlo en el siguiente blog:
http://www.castelldefoc-tag.blogspot.com
Veía un mapa que era de una cartografía usada por el ejército muchos años atrás y, que representaba el Archipiélago Canario de una forma algo más antigua. Una característica peculiar que reseñaba el mapa, era un trazo discontinuo que unía la isla de Tenerife con la de Lanzarote; la más septentrional del archipiélago.
El contenido del mensaje que veía era el siguiente:"Que de la isla del gran volcán debe partir - el elegido - hacia la isla más septentrional. Cuando llegue debe buscar la playa más blanca y a la luz de su faro se podrá leer y entender el por qué de la llamada". Así era el contenido del mensaje que veía continuamente en sus sueños.
Había estado en varias ocasiones en Lanzarote y conocía Playa Blanca y también el Faro Pechiguera, que eran los sitios eludidos en el mensaje de su sueño, pero las veces que había estado allí; no había experimentado, notado, ni sentido, nada extraño.
Según le habían comentado en el seno familiar, un tío-abuelo suyo había estado al comienzo de La Guerra Civil en un acuartelamiento de Playa Blanca. Que en la última carta que habían recibido de él, les decía que había conocido a una chica de allí y que se iban a casar, pero nunca más volvieron a tener noticias suyas.
Sentado en la orilla de la playa, Germán miraba al horizonte con tristeza y nostalgia de los suyos. Le costaba entender su desplazamiento forzoso a otra isla, el motivo según las escuetas explicaciones que le habían dado; era que el país estaba en guerra y necesitaba de todos los hombres. El era un pacifista que no entendía de políticas ni guerras, sólo de trabajar la tierra que le daba de comer y el cuidado de su familia.
Como una niña pequeña, Magdalena, con su negro pelo revuelto, la falda remangada y descalza, corría como una loca por la orilla de la playa. Su risa de niña traviesa sacó de su ensimismamiento a Germán, que la miró embelesado; era precioso lo que estaba contemplando. Al cruzar sus miradas, el brillo de sus ojos desprendía en ambos una intensidad arrolladora, que los envolvió para siempre a los dos.
No les dio tiempo a casarse como habían decidido, los acontecimientos se precipitaron negativamente sobre la pareja. Germán tuvo que embarcar deprisa y corriendo en un buque militar rumbo a Cádiz, no sin antes prometerle bajo la luz del Faro Pechiguera que a la vuelta se casarían y que la amaría de por vida, aún después de la muerte.
Le dijeron que una persona que venía de Tenerife la buscaba para entregarle algo que le pertenecía, una carta perdida y escrita muchos años atrás. A la luz del faro, en el lugar preferido de los dos, sacó la carta del bolsillo, con ternura, acariciándola y muy despacio la leyó. Dos lágrimas resbalaron por sus mejillas.
Habían pasado muchos años, ya no recordaba cuántos, pero ella siguió caminando por la orilla de la playa, con el pelo blanco revuelto, la falda remangada y descalza, con la mirada puesta en el punto donde había visto por primera vez a Germán.
* Si te apetece seguir leyendo más relatos, puedes hacerlo en el siguiente blog:
http://www.castelldefoc-tag.blogspot.com
Comentarios
Siempre me conmueves con tu forma de relatar historias de amor.
Y desde luego,Lanzarote es una isla para enamorarse y caminar descalza por la playa...hasta que aparezca tu amor por el horizonte.
Siempre los finales no son felices.
Un beso.
Preciosa la historia, aunque seguramente el abuelo cuando llegó a Cadiz se perdería en el Pai-Pai...
Saludos canario desde la costa de la luz, relato precioso y bien narrado.
Un beso y feliz fin de semana!
Mon
Siempre es un placer pasar por aca y leer tus textos originales y hermosamente escritos.
un abrazo de sábado literario
Un beso de Mar
Un beso, buen finde.
Un abrazo, buen finde!
Un abrazo
Me recuerda un poco una canciòn de Serrat.
Saludos cordiales
Un abrazo
ME QUEDAN SUS SENTIMIENT0S...ENVUELT0S AM0R...¡C0M0 L0S ESTAN VIVIEND0 AH0RA, S0BRE T0D0 ELLA?
UN VIAJE DE IDA Y N0 DE VUELTA...AM0R TRUNCAD0,AM0R QUE SE FUE Y QUE SE QUED0...VIAJES Y QUEDADAS...
GARCIAS.
Ah, por cierto, te preguntaba en mi blog si cuentas en el tuyo esas historias que te contaba tu abuela.
Feliz fin de semana.
Feliz fin de semana Balamgo
Muchas gracias.
Saludos afectuosos.
Esta historia es muy bonita.
Saludos
Precioso relato y enternecedora historia de amor. Un placer leerte.
Un abrazo.
Maat
Muy linda la historia.
Besos
Un beso.
Salves dulces a orillas del mar salado.